sábado, 22 de octubre de 2011

Egon Schiele


Tú me recuerdas el mundo de un adolescente

Un seminiño asustado, mirando a la gente
Un
ángel interrogado, un sueño acostado

La maldición, la blasfemia de un continente
Y un poco de muerte, y un poco de muerte.
-          Silvio Rodríguez.

                               Quizá la relación entre este fragmento poético de un cantautor de estos tiempos sea un tanto lánguida y difícil de aprehender, pero quiero resaltar la primera línea, con la cual identifico al artista que intentaremos bosquejar en la próxima página.                                                      
                                No obstante, por más distante que parezca la alusión que acabo de hacer al tema que trataremos, creo que en Schiele hay algo de ese semi-niño, de ese mundo adolescente, y no obstante, una vejez, un niño viejo, un viejo joven, y finalmente, una muerte joven – por eso será desde este eje, entre otros, que estudiaremos al artista.
                               Fue Baudelaire, años antes del nacimiento de Schiele siquiera, quien retrató al artista moderno con una precisión vertiginosa. Afirmó que debería ser como un niño, cuya curiosidad y voracidad por saber, lo llevarían a absorber ávidamente el mundo a su alrededor.
                              Sin embargo, ¿en qué se relaciona Schiele con la descripción del poeta? En esos cuerpos, esa tensión, y el sexo, como si se intentase revelar aquello oculto, como si se tratase de dejar más al desnudo al mismísimo desnudo.

                             ¿Qué hay de niñez en dichos temas? Estas preguntas tienen cierta aproximación en cuanto se observe el cuadro de su forma más superflua.
Pero, más allá de esto, desde el punto que se busca el cuerpo en un cuadro de Schiele, es esta una búsqueda aún más compleja. Hay algo de la añeja nostalgia de un viejo, hay algo de la angustia  adolescente, y ese niño, de aquella sensibilidad y una experiencia del mundo de la que habló Baudelaire – estas ideas se coagulan con una peculiaridad y un expresionismo palpitante.
                               Sin embargo, ¿qué se puede decir de Schiele como niño? ¿Acaso fue un niño aquel Schiele que nació un 12 de Junio de 1890? ¿Fue niño aquel que pasó la languidez de sus días dibujando, en un rincón recóndito en la estación de Tulln, de la cual su padre estaba a cargo? ¿Fue en ese niño acaso en el que la muerte de Adolf Schiele, su padre, dejaría tal trauma? Lo fue, sin lugar a dudas.
                               No obstante, la angustia y el furor de la misma de ese niño y del adolescente posterior están reflejados en sus cuadros. De hecho, sólo tenía catorce años cuando su padre murió de una parálisis progresiva, contraída por sífilis, lo cual no sólo se limitó a afectar su salud física, sino también su salud mental.
                               Un sociólogo de hoy en día, describió a los adolescentes como vanguardias, y sin duda, este es otro interesante eje para plantear el análisis del artista. Esa sensación de rebeldía, esa necesidad de romper con el canon impuesto también era propia de Schiele. Numerosas veces terminaba en discusiones con su profesor, Grienpenkerl, en la Academia de las Bellas Artes. Y, tres años después de haber entrado, en 1909, Schiele abandona dicha Academia, frustrado por el ambiente conservador y dogmático que regía en la institución.            
                               La raíz de la mencionada rebeldía se encuentra en la influencia que tuvo sobre él la teoría artística de la Secesión vienesa, que anhelaba buscar maneras alternativas para exponer su arte al público.
                               Esta búsqueda de suscitar una nueva forma de exponer coincidía con “el deseo de descubrir y inventar” del que el mismo Schiele habló en 1910. Esta razón fue por la que el artista en cuestión buscó al mismísimo primer presidente de la Secesión, Gustav Klimt, para proseguir sus estudios. Este constituyó una figura de padre muy importante para él, ya que el sólo contemplar sus cuadros, lo sumía en el estudio y la admiración por estos. De hecho, hay una fuerte tendencia a la semejanza entre ambos artistas, en los primeros cuadros de Schiele. Un buen ejemplo es el retrato de Friederike María Beer de 1914
                               
Sin embargo, era importante concebir su propia voz en su arte, aunque esta recién se comenzaría a bosquejar en el retrato que hizo de su hermana, Gerti, en 1909. Pero, ¿por qué el retrato de su hermana terminaría siendo tal cambio en su obra? Pues, el erotismo no sólo sugiere la fuerte relación entre ellos, la cual quizá superaba la del amor fraternal, pero eso que se muestra tan presente en los cuadros del autor, y sin duda es uno de los ejes principales a la hora de observar un Schiele:  el eros.

                               Pero, ¿cómo se puede hablar de la tensión sexual, tras el largo debate que hemos planteado en este trabajo? Dejo esta interrogante inconclusa, para que cada uno busque la respuesta en los cuadros del mismísimo artista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario