Este trabajo trata sobre el Tiempo y la
Música, tomando como eje la obra de Marcel Proust, vemos como en un libro cuya
temática gira alrededor del tiempo y de los distintos juegos de la memoria y el
recuerdo, una frase musical cobra un lugar preponderante.
¿Por qué en un libro dedicado al tiempo la música tiene ese lugar?
¿Por qué es que sirviéndose de una obra musical podrá hallar expresión a ese inasible que es el Tiempo?
Mi lectura toma un postulado de Lévi- Strauss sobre la música: "Los mitos como la música son máquinas de suprimir el tiempo"[2]
Los griegos contaban con dos términos para nombrar o significar el tiempo, Cronos y Kairós. Cronos es el tiempo en tanto medida, línea horizontal.
¿Por qué en un libro dedicado al tiempo la música tiene ese lugar?
¿Por qué es que sirviéndose de una obra musical podrá hallar expresión a ese inasible que es el Tiempo?
Mi lectura toma un postulado de Lévi- Strauss sobre la música: "Los mitos como la música son máquinas de suprimir el tiempo"[2]
Los griegos contaban con dos términos para nombrar o significar el tiempo, Cronos y Kairós. Cronos es el tiempo en tanto medida, línea horizontal.
Kairós,
el momento justo, oportunidad. Es el tiempo puntual, verticalidad. Momento propicio, relámpago.
Proust
nos hace palpar con su relato la idea del tiempo en tanto Kairós, iluminación, revelación,
epifanía, e introduce la idea cíclica del tiempo, el retorno, lo que vuelve, lo que insiste. Esta
idea del tiempo como retorno nos va a permitir captar la dimensión subjetiva
que se juega en ella, que de alguna
manera desmiente la idea progresiva del tiempo.
Una
frase musical es en Proust la que presentifica ese retorno.
La
música como retorno al pasado, capaz de hacernos viajar en el tiempo y el
retorno de la música como recurrencia de una verdad para el sujeto.
La
música en Proust es el vehículo de revelación de una verdad para el Narrador, pero
la obra que logra la trascendencia es literaria. La música lo llevará por
decirlo así de las narices hasta la puerta de su vocación como escritor, la
música le susurrará ese secreto al oído. Dice Proust:
"La esencia de la música es
despertar en nosotros un fondo misterioso de nuestra alma (e inexpresable para
la literatura y en general para todos los modos de expresión finitos, que se
sirven de palabras...)”[3]
En
busca del tiempo perdido es una obra que consta de 7 libros o partes.
Esta
obra construye un mundo que nos es transmitido por el narrador que es el mismo
Proust. En este relato está presente la sociedad que él describe, los
sentimientos, la literatura, la pintura, el mundo del arte y en un lugar
privilegiado la música. La
búsqueda se revela como una búsqueda interior.
La
música está presente de dos modos, uno, en la trama, en lo que implica para el narrador, lo que le
inspira; otro, en los recursos tomados de la música en la estructura de la obra. Respecto a
esta última, podemos mencionar dos influencias de la música en la Búsqueda, una
la forma de la obra cíclica, temas que recurren, un tema de un movimiento
vuelve dentro de una misma obra en otro movimiento. El otro, el leitmotiv
wagneriano.
La primera aparición de la música en la obra de Proust es en el libro I, donde
La primera aparición de la música en la obra de Proust es en el libro I, donde
nos
entrega las primeras impresiones que la misma es capaz de provocar, estas
encierran para él algo "misterioso, un amor desconocido". La portadora
de ese misterio es una frase musical. El misterio, se sabrá después, es el de
la individualidad del artista, su particularidad, la marca del autor en su
obra.
La
frasecita muestra un rasgo que está en la escritura de Proust y es su vocación
por el detalle. Lo que hace es buscar en el detalle, en el rasgo, el elemento a
destacar en lo que despierta la sensibilidad,
resaltando así lo que es marca de la
subjetividad.
La
frasecita aparece, desaparece, vuelve bajo distintos disfraces, es algo que
retorna en la obra y le da un carácter personal a la misma.
¿Qué
encarna? Una Impresión inasible, una
esencia misteriosa, algo que el nombre no alcanza para nombrar. Eco en el
tiempo, “ese inasible”, en lo propio de cada quien.
Dice
Proust de la frasecita: "Era tan particular, tenía un encanto tan
individual....” en eso, “era
comparable a un Leitmotiv de Tristán”[4]
Respecto
al Tiempo el postulado de Lévi- Strauss que mencione plantea
que la máquina de suprimir el tiempo consiste en una torsión mediante la
cual la diacronía del tiempo se trueca en sincronía, inmovilizando el tiempo
que transcurre, permitiéndonos captar un trozo de eternidad.
Lévi-
Strauss se sirve de la música para aplicarla a la estructura de los mitos, con
esto pone de relieve características de la composición musical que permiten esa
captación de otro orden del tiempo. Dice
que el análisis de los mitos es comparable al de una gran partitura. La clave de esa captación está en el hecho de
que la misma utiliza los dos ejes del
tiempo en forma simultánea. Una partitura se lee horizontal y verticalmente,
“El elemento de la música, la armonía de los sonidos, no pertenece al
tiempo, carece de coordenadas temporales; sin embargo para transmitir esa
armonía, el músico ha de recurrir a la sucesión rítmica del tiempo".[5]
En “Mitológicas” a partir de la
recurrencia de temas que encuentra en los mitos (lo crudo y lo cocido por
ejemplo) y de las transformaciones o “variaciones” que van sufriendo de uno a
otro, se establecen verdaderos “motivos” (Leitmotiv).
Así como el mito remite a otros
mitos, la música sólo remite a sí misma, o a otras músicas, no hay un sentido
extra-musical más que aquel que proyectan sobre ella los sujetos parlantes.
A partir
de la comparación que establece Proust entre la "frasecita" y un
"leitmotiv", se pueden tomar ciertos "motivos" en la
obra como "los leitmotiv de la Búsqueda", estos son los que nombra
como "Impresiones": el
sabor de la magdalena, los espinos blancos, la frasecita, las últimas obras de
Vinteuil, la felicidad experimentada ante los campanarios de Martinville, el
episodio de las losas desiguales. Diversos motivos, un mismo tema: la
revelación y una alegría semejante a una certeza. Alegría extra-temporal. Momentos sin tiempo: Epifanía de la Verdad.
Los
Leitmotiv, son un dispositivo creado por Wagner, a partir de la ruptura que
produce respecto de toda forma preestablecida de una obra (aria, sonata,
etc.), dispositivo que mantiene la
unidad de la obra y le da cohesión a la misma. Lo
que funciona como rector de una obra surge de la obra misma, no de un formato
pre-establecido.
La
recurrencia temática en la obra funciona como un continuo que detrás de las
variaciones va marcando el pulso de la verdad.
La
obra de Proust está marcada por la música. ¿Por qué?
Porque
al igual que una obra musical la búsqueda entrecruza los dos ejes del tiempo,
Cronos y Kairós. Como una obra musical
necesita del transcurso del tiempo para
plantearse, pero, y ésta tal vez
sea la originalidad de Proust, esta obra está atravesada por los leitmotiv,
que nos entregan en cada una de sus apariciones, un instante arrancado del orden del tiempo. Es en esta particularidad
donde se capta la obra como un todo. La articulación entre la música y su
vocación literaria es la realización de otra dimensión del tiempo.
Una
obra que trasciende se independiza de su tiempo, de su época.
Que
la música, “arte del tiempo”, le
marque el camino hacia su vocación como escritor, puede ser interpretado como
que le muestra lo que él puede hacer con su obra, un surco, una grieta en la historia de la literatura.
Elizabeth Barral
elibarral@hotmail.com
[1] Este trabajo es un
extracto del artículo: “En busca del
tiempo perdido: una experiencia musical”, publicado en el libro: “Esto lo
estoy tocando mañana”, Pablo
Fridman (compilador), Grama Ediciones
[2] Lévi- Strauss, C. “Mitológicas. Lo crudo y lo
cocido”. Vol. I Fondo de Cultura Económica. México. 1968. Pág. 25
[3] Proust, M. “En busca del
tiempo perdido. Libro I: Del lado de Swann”. Buenos Aires. Editorial Losada.
2006.
[4] Nattiez, Jean- J. “Proust Músico”. Buenos
Aires: Gourmet Musical Ediciones, 2009. Pág. 74
[5] Gavilán, E. “Otra Historia
del Tiempo. La música y la redención del pasado”. Ediciones Akal. España. 2008.
Pág. 42